jueves, 19 de junio de 2008

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Después de un tiempo sin visitar este blog, he decidido colgarle un nuevo texto. El problema es ¿qué escribir aquí?, pues las ideas me resultan desordenadas como mi vida... el desorden es una constante en mí, algo que corroboré al encontrar un viejo texto mio de 1996... bueno, según yo, aquí se escribirían críticas a la realidad, y hoy critico la falta de paz en las personas. ¿Cómo es posible que alguien tenga una energía tan pesada? No soy mágico gnóstico, ni ninguna de esas mamadas, confieso que me atrae la psicomagia de Jodorowsky pero como él mismo la describe es "arte" y pues ya cambia la cosa, ajá. En fin... estaba en Playa del Carmen tomándome una chela en uno de esos lugares de la 5ta avenida observando a una extraña persona, no porque tuviera 15 ojos, 9 piernas y sin cabeza, no, era porque parecía que vivía siempre detrás de una pantalla, un observador crónico, absorto en la vida de los demás. Era un mesero... me vas a decir que su trabajo es estar a la espectativa de lo que el cliente pida, y estoy de acuerdo, pero este guey estaba a la espectativa de lo que el cliente hacía... el veía una serie en su televisión imaginaria: trataba de dos mozuelos irlandeses que tomaban cerveza en alguna playa de un país exótico. Uno de los jovencitos irlandeses, el varón, platicaba con un local de cosas triviales y distorsionadas de la vida, su compañera, jugueteaba con un pequeño niño el cual estaba extasiado con la guerita. Todo era felicidad, y mi chela no podía distraerme de tan emocionante capítulo de la vida en la playa cosmopolita. El alma del mesero, que mal atendía al resto de las personas por estar idiotizado con los felices turistas, se volvió más densa cuando le pedí que me trajera otra cerveza... fue como levantarlo del televisor durante los penales en la final del mundial. No quiero decir que el joven prefería atender a los turistas extranjeros por las buenas propinas o el alto consumo, que sería completamente justificable; pues había más clientes extranjeros, un par en la mesa frente a mí, otros en la barra, pero él no salia de su impresión con los jóvenes irlandeses (¿serían celebridades irreconocibles para mi estrecho mundo? posiblemente). Tan cercano, tan atento y tan lejano a la vez... el morboso espía que siempre está ahí, acechando y mirando, en pocas palabras no me dejaba de molestar su presencia, pues se reía de lo que se reían, se emocionaba con lo que se emocionaban, era ellos en su cuerpo pasmado, ya no era más él... ahora era un turista irlandés que jugueteaba y platicaba con las personas locales. En un momento decidí ignorarlo y me sumergí en mi chela y en la telenovela extranjera... bah!! me sentí tan mal que decidí pedirle la cuenta al embelesado, me la dio sin perder de vista la trama de la otra mesa y me fui, pero no sin su mirada de molestia por que no le dejé propina.

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